lunes, 23 de febrero de 2009

Francisco de Terranzas

Dejad las hebras de oro ensortijado...
Dejad las hebras de oro ensortijado

que el ánima me tienen enlazada,

y volved a la nieve no pisadalo blanco de esas rosas matizado.
Dejad las perlas y el coral preciado

de que esa boca está tan adornada;

y al cielo, de quien sois tan envidiada,

volved los soles que le habéis robado.
La gracia y discreción que muestra ha sido

del gran saber del celestial maestro

volvédselo a la angélica natura;
y todo aquesto así restituido,

veréis que lo que os queda es propio vuestro:

ser áspera, cruel, ingrata y dura.


Rayendo están dos cabras...
Rayendo están dos cabras de un nudo

soy duro ramo seco en la mimbrera,

pues ya les fue en la verde primavera

dulce, suave, tierno y muy sabroso.
Hallan extraño el gusto y amargoso,

no hallan ramo bueno en la ribera,

que - como su sazón pasada era -

pasó también su gusto deleitoso.
Y tras de este sabor que echabanmenos,

de un ramo en otro ramo van mordiendo

y quedan sin comer de porfiadas.
¡Memorias de mis dulces tiempos buenos,

así vay tras vosotras discurriendo

sin ver sino venturas acabadas!


Soñé que de una peña me arrojaba...
Soñé que de una peña me arrojaba

quien mi querer sujeto a sí tenía,

y casi ya en la boca me cogía

una fiera que abajo me esperaba.
Yo, con temor, buscando procuraba

de dónde con las manos me tendría,

y el filo de una espada la una asía

y en una yerbezuela la otra hincaba.
La yerba a más andar la iba arrancando,

la espada a mí la mano deshaciendo,

yo más sus vivos filos apretando…
¡Oh, mísero de mí, qué mal me entiendo,

pues huelgo verme estar despedazando

de miedo de acabar mi mal muriendo!

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